martes, 14 de agosto de 2012

Capítulo 10: La historia.

Tardé menos de diez minutos en prepararme. Eran las 9 de la mañana.
Cuando bajé a la cocina me crucé con mi madre, que me dió un beso. En la cocina no había nadie, me tomé un vaso de zumo y me dirigí a la puerta. Antes de salir, alguien me habló por detrás.
 - Oye, ¿a dónde vas a estas horas?
 - A donde a tí no te importa.
Y cerré la puerta detrás de mí. Estaba cansada de tener que darle explicaciones a mis hermanos.

Eric ya estaba esperándome en el coche. Me subí y aceleró.
 - Buenos días madrugadora.
 - Buenos días.
 - ¿Qué tal has pasado la noche?
 - Bien. ¿Y tú?
 - Bastante bien, la verdad. Estuve cazando.
 - ¿Por la noche? ¿No has dormido nada?
 - Correcto.
Me quedé con cara de asombro.
 - Por cierto, ¿qué te dijo tu familia de mí? -Le pregunté intentando cambiar de tema.
 - Que eras muy guapa, simpática y entendían porqué me había enamorado tan pronto de tí.
Eric me agarró la mano y me sonrió.
 - ¿Y tu madre que te dijo?
 - Lo mismo, que eres guapo y se te ve buen chico.
Hubo un silencio de varios minutos, hasta que volví a hablar.
 - Eric, quiero que me cuentes todo. Desde el principio.
 - Vale, pero antes quiero llevarte a un sitio.
Durante todo el camino no dejé de mirarle. No era guapo, era más que eso. Era perfecto.

Eric frenó de golpe. Habíamos llegado. Era una cascada enorme que caía sobre un lago. Era lo más bonito que mis ojos habían visto después de Eric.
 - Es precioso Eric.- Le dije.
 - Me alegro de que te guste, pero todavía queda lo mejor. Vamos.
Me agarró de la mano y me llevó a la orilla del lago. El césped estaba húmedo y frío. La vista desde la orilla era preciosa.
Eric se empezó a quitar la camisa y los zapatos. Su cuerpo era muy bonito. Sus brazos eran fuertes y su color de piel, blanca. Transparente. Me miró riéndose y se tiró al lago de cabeza.
 - ¡Eric!- Grité.
Sacó la cabeza y se volvió hacia mí.
 - Venga Bea, debes entrar para ver la otra parte.
 - ¿Qué?
 - Venga, báñate. ¡Está perfecta!
Me quité el vestido, solté el móvil y me tiré al agua. En cuanto saqué la cabeza, Eric me esperaba delante mía y me agarró. Nos besamos y se retiró de golpe.
 - ¿Qué pasa?
 - Venga cariño, tenemos que entrar.- Me dijo.
Él nadaba mucho más rápido que yo, por lo que tuvo que esperarme debajo de la cascada.
Cuando llegé hasta él, me agarró de la mano y me metió en el interior de la cascada.
El interior estaba oscuro, pero poco a poco mis ojos se acostumbraron a esa oscuridad. Ese lugar era muy húmedo y rocoso. Tuvimos que trepar unas rocas para llegar a ese sitio que quería enseñarme.
Era enorme. Estaba formado por tierra y unas grandes rocas alrededor. Desde ahí se veía la cascada y se oía el choque del agua en las rocas. Eric lo había preparado todo. En el suelo había una manta de color azul y unas velas alrededor formando un corazón. Encima de la manta había comida.
 - Pasa y siéntate en la manta Bea, yo ahora vuelvo.
 - ¿Dónde vas?
Pero no obtuve respuesta. Eric ya se había ido.
Pasé por encima de las velas y me senté en un lado de la manta. En ese lugar hacía frío, y más, si estaba en ropa interior.

Debió de pasar un cuarto de hora cuando Eric apareció. Traía consigo mi vestido y su camisa.
 - Toma, -me dijo dándome su camisa.- tu vestido esstá mojado, y será mejor que te pongas algo si no quieres resfriarte.
 - Gracias.
Su camisa me quedaba enorme, pero al menos estaba abrigada. Eric se tumbó a mi lado y me abracé a él. Estaba mojado y frío, pero olía muy bien.
 - Bueno, ¿quieres que te cuente todo?
 - Sí, por favor.
Eric suspiró profundamente y comenzó a hablar.
 - Tenía seis años cuando mi madre murió y tuve que quedarme a vivir con mi padre. Él era un drogadicto que se pasaba todo el día fuera de casa. Yo tenía que ocuparme de todo, incluido de mi hermano Ryan, que tenía cinco años. A los ocho años me escapé de casa junto con Ryan. No podía aguantar las palizas y los gritos diarios de mi padre por no tener nada con lo que colocarse. Estuvimos dos o tres semanas en la calle, casi muriéndonos de hambre, cuando Cristopher y Romina nos encontraron. Ryan y yo no habíamos comido casi nada, solo habíamos podido alimentarnos de los restos de comida que encontrábamos en la basura cerca de un restaurante. Estábamos débiles, casi muertos, y ellos nos dieron alimentos. Fueron muy generosos.
Cuando tenía diecisiete años tuve un accidente de moto. Recuerdo todo perfectamente. Como casi pierdo la vida por culpa de ese asqueroso Josh. Es un hombre lobo. Hace tiempo que no le veo, ya que no se acerca al bosque, pero bueno, continuemos. Solo había una manera de que no falleciera. Esa manera era convirtiéndome en vampiro, y para ello alguien tenía que morderme. Crisopher había hecho todo lo posible por salvarme sin tener que llegar a ese punto, pero no pudo hacer más. Debía transformarme. Así lo hizo. Estuve tres días inconsciente. Cuando me desperté solo tenía ganas de beber sangre. Pero no sangre humana, esa me parece asqueroso, solo quería beber sangre de animales.- Eric respiró hondo y me miró.
 - ¿Y cómo se transformó Ryan?
 - Ryan no es un vampiro Bea. Es normal, como tú.
 - Pero... es tan blanco... igual que tú y Cristopher...
 - Eso no tiene nada que ver. Toda mi familia era de piel blanca. Ryan quiere transformarse en vampiro, pero Cristopher no está de acuerdo en ese proceso. Es demasiado joven para ello. Tiene solo dieciséis años, y si yo soy vampiro, es porque no quedaba otra opción. Ryan será vampiro cuando sea más mayor.
 - Entonces... ¿Zyntia y Samantha no son tus hermanas?
 - No, Zyntia es hoja de Cristopher y Romina, y a Samantha se la encontraron en un bosque de Francia hace dos años. Ella estaba ya transformada, y es la única que bebe sangre humana, por eso mismo no pudiste conocerla el otro día cuando estuviste en mi casa...
 - ¿Y quién es ese Josh?
 - Es un hombre lobo. Tiene dieciocho años. Desde el accidente solo lo he visto dos veces más, y esas dos veces acabamos a puñetazos. Seguro que alguna vez te lo cruzarás por el pueblo. Se mueve mucho por él y siempre va solo. Tiene el pelo largo, o por lo menos lo tenía en nuestro último encuentro...
Estuvimos en silencio bastante tiempo hasta que volví a hablar.
 - No me importa nada de lo que me has contado Eric. Yo te quiero tal y como eres, y no pienso renunciar a ti por eso.
 - Gracias Bea.
Nos besamos. Este beso fue más largo que el anterior. Me puse encima suya y me quité la camisa.
 - No Bea, para.
 - ¿Por qué? ¿He hecho algo que no debía?
 - No puedo, no es que no quiera, simplemente que podría hacerte daño, y eso es lo último que quiero.
Eric se levantó y me pasó mi vestido para que me lo pusiera.
Estaba aún húmedo, pero me lo puse. Le dí su camisa.
Tuvimos que andar varios minutos hasta llegar al coche. Eric entró y yo le seguí. Una vez en el interior, puso la música y sonrió.

No llevábamos ni dos minutos de viaje cuando apagué la música. Tenía que peguntarle varias cosas.
 - Eric, algunas cosas no me cuadran... ¿Cuánto tiempo lleváis aquí?
 - Un mes.
 - Y dices que el accidente lo tuviste hace seis años, ¿verdad?
 - Veo que te has quedado con todo.- Me dijo sonriendo.
 - Pero si no vivías aquí... ¿cómo es que ese tal Josh tuvo la culpa de todo?
 - Porque vivía en Francia cuando ocurrió Bea.
 - Am...
Eric frenó de golpe.
Sus ojos estaban fijos en algo que yo no veía. En el bosque.
 - ¿Qué pasa?
Se quedó un rato en silencio.
 - Es Josh.