lunes, 11 de junio de 2012

Capítulo 6: Respuestas.

Ya había pasado una hora desde la llamada de Eric, por lo que cogí el móvil, las llaves de casa y fui hacia el Supermercado.
Cuando llegé, Eric no estaba en la puerta. Me senté en un banco que había enfrente del Supermercado a esperarle. Miré la hora. La 13:05h. Había tardado cinco minutos de mi casa aquí. Quizás, él había llegado a la una, y al no verme se había marchado. Volví a mirar la hora nerviosa, eran la 13:11h.
Me levanté y me asomé a ambos lados de la carretera. No se veía a nadie.
Volví a sentarme y me paré a pensar en la pregunta que Eric me había hecho.
¿Por qué le importaba a Eric? ¿De verdad le gustaba a él, como me había dicho Sandra? Estaba llena de dudas. Ya eran la 13:20h, y no venía. Me levanté y cogí rumbo a mi casa, pero antes de cruzar la primera esquina, algo hizo detenerme.
Un coche con cristales tintados y música muy alta se paró delante mía. La ventanilla del conductor se bajó y el muchacho, con unas gafas de sol, me dijo:
 - ¿Te llevo, preciosa? -Su voz me sonó muy familiar...
 - ¿Eric?
 - ¿Cómo me has reconocido?
 - Tu voz te delata.- Le dije riéndome.
 - Sube, que te llevo a comer a un restaurante.- Dijo riéndose.
Dí la vuelta al coche y me subí. El  coche era amplio y oscuro. Las sillas eran  de cuero negro, muy cómodas. La música la tenía tan alta que me pitaban los oídos, por lo que tuve que decirle que la bajara un poco.
 - ¿Qué? - Me preguntó.- No te oigo nada.
Me acerqué a su oído para decírselo.
 - Que bajes la música un poco, que me duelen los oídos por favor.
Él se giró de repente quedando boca contra boca. La respiración se me aceleró. Era bello, y más de cerca. Mirar sus ojos era como mirar el mar. Por un momento pensé que me iba a besar, pero lo único que hizo fue retirarme el pelo de la cara y rozarme la mejilla con sus labios.
Bajó la música y yo volví a mi lugar. Me abroché el cintuón. Él me observó y comenzó a reirse.
 - No sé porque te lo abrchas, si ya hemos llegado.
Miré la hora. No hacía ni tres minutos que me había subido en el coche.

Eric se bajó del coche y me abrió la puerta. Me dió su mano. La noté fría. La solté rápidamente al recordar lo sucedido en el quiosco, por lo que me dejé caer en el coche de nuevo.
 - ¡¡Bea!! -Gritó.- ¿qué pasa?
  - Tu mano... está muy fría.
 - No te preocupes. No te va a pasar nada.
 - ¿Que no me va a pasar nada? ¿Y porqué cuando me tocaste en el quiosco me pasó?
 - Todo tiene explicación, pero para ello debes confiar en mí. Por favor.- Me dijo.
Cogí su mano y sentí un escalofrío por todo mi cuerpo. Me puse en pie a su lado, muy cerca. Noté la frialdad de su cuerpo cerca del mío. Estaba tiritando, pero me gustaba estar cerca de él. Me encontraba muy agusto.
 - ¿No ves como no ha pasado nada? -Me dijo sonriendo.
Entramos en el restaurante, y en ningún momento me soltó la mano.
Nos sentamos en una mesa alejada de los demás para comer, para tener más intimidad. Pedí pescado para comer, y lo  que me sorprendió fue que Eric no pidiera nada, tan sólo un vaso de agua.
 - ¿No tienes hambre?
 - No.- Me dijo.
 - Estoy esperando que me contestes a mis preguntas.
 - Pues pregúntame lo que quieras.- Me dijo desafiante.
 - ¿Por qué tienes el cuerpo tan frío?
El camarero se acercó con mi pescado y el vaso del agua.
 - ¿Algo más?- preguntó educadamente.
 - No, gracias.- Contestó Eric.
Empecé a comer mientras él me observaba.
 - ¿Quieres un poco, Eric?
 - No, no tengo hambre.
 - Pues tu cara dice lo contrario.
Hubo un silencio de unos minutos, mientras nos mirábamos a los ojos. Bajé la mirada y seguí comiendo.
 - Bueno, Eric, ¿me vas a contestar?
 - Creo que antes de responderte deberías conocer a mi familia Bea. De esa manera entenderías todo mejor.
 - Es decir, que me has traido hasta aquí para no contestarme a nada...
 - No ,Bea. Después de comer tenía pensado llevarte a que conocieras a mi familia.
 - ¿Y porqué quieres que conozca a tu familia?
 - Porque así me aseguro de que no te vayas corriendo una vez que te cuente todo.
 - ¿Te puedo pedir un favor Eric?
 - Claro.
 - ¿Porqué querías saber de mí?
 - ¿No has llegado a  ninguna conclusión?
 - Bueno... a algo sí he llegado...
 - Dímelo.
 - No he llegado yo a esa conclusión, ha sido una amiga, pero bueno... no creo que sea eso.
 - ¿Cuál?
 - Pues... que te gusto.
Yo bajé la mirada y bebí agua. Eric seguía en silencio. Había metido la pata. Lo sabía.
 - ¿Y porqué no me puedes gustar?
Le miré. Su mirada estaba fja en mí.
 - Bea, tu amiga no se equivoca. Me gustas.
Yo no sabía que hacer. No podía dejar de mirarle. No me salía ninguna palabra.
El camarero rompió el silencio.
 - ¿Me llevo su plato señorita?
 - Sí. Estaba muy bueno.
 - Me alegro de que le haya gustado. ¿Desea algo más?
 - No, gracias.
El camarero se marchó. Yo bebí agua. Me encontraba en una situación un poco incómoda. No sabía que decirle.
 - Desde el momento que te ví en el quiosco supe que tenías que ser para mí. No sé si sentirás lo mismo que yo, pero sea lo que sea, quiero que me lo digas. Necesito saberlo.
Me cogió la mano y volví a sentir esos escalofríos. Tenía que decirle la verdad.  Él me gustaba, pero tenía miedo.
 - Me gustas, pero tengo mucho miedo Eric. No sé que escondes, pero sé que no es nada bueno, y no quiero hacerme ilusiones para nada, no sé si me entiendes...
 - Te entiendo perfectamente, por eso quiero que conozcas a mi familia, será un paso más para que sepas más sobre mí. Estoy seguro de que cuando te cuente todo, tranquilamente, lo entenderás. Dame un oportunidad por favor.
 - Necesito pensarlo Eric. ¿Puedes llevarme a casa, por favor?
 - Claro, vamos.
Eric se levantó y dejó dinero encima de la mesa. Me agarró la mano y salimos fuera.
 - Bea, yo no quiero que te sientas mal ni nada. Tú piensalo, y cuando lo sepas me lo dices.
 - Gracias Eric.
Nos subimos al coche. Durante el camino recordé la conversación que había tenido con Sandra, asi que me animé a preguntarle si ese muchacho era su hermano.
 - Eric, ¿tienes algún hermano llamado Ryan?
 - Sí, ¿porqué?
 - Es que mi amiga le conoce, y me dijo que se parecía a ti...
Eric ni me miró ni nada.
 - ¿Estas enfadado conmigo?
 - No Bea, te entiendo. Creo que yo también actuaría así.
 - Quiero que sepas que me gustas Eric, de verdad.
Me cogió la mano y paró el coche. Ya estábamos en mi casa.
 - Me ha gustado poder comer contigo. -Dijo mientras se bajaba del coche. Me abrió la puerta y salí.
 - Gracias.
Me di la vuelta para marcharme, pero una parte de mí hizo que me girara y volviera hacia él. Me quedé mirándole cerca, agarrados de las manos. Sus labios se acercaron a los míos. Fue un beso largo. Más largo que el primero. Puse una de mis manos en su cara. Era fría. Gélida, pero muy suave.
Nos separamos y me marché a casa. Él se quedó mirándome y antes de cerrar la puerta de mi casa detrás de mí, me giré y le dije adiós con la mano.

Me dí la vuelta y estaba mi madre delante mía. Mirándome con cara de enfado.
 - ¿Dónde has estado?
 - Eh... he comido con unos amigos.
 - ¿Qué amigos? Por que Sandra estaba en  su casa.
 - Son unos amigos que han venido de vacaciones y hacía tiempo que no les veía, y bueno, me han invitado a comer. Perdón.
Se fue sin decirme nada.

Subí a mi cuarto y puse música. Me dejé caer en la cama. Hoy había sido un día largo. Me habían ocurrido demasiadas cosas. En ese momento mi móvil sonó.
 - Bea, ¿qué ha pasado?
Era Sandra.
 - Que le molo.
 - ¿No ves? Es que lo sabía.
 - Y también es hermano de Ryan, y me quiere presentar a su familia.
 - De aquí sale una boda, ¿eh?
 - No me hace gracia Sandra, esto es serio.
 - Bea, si te gusta, no tienes que pensar nada, y más si él está loco por ti.
 - No sé... Luego hablamos. Venga.
Tenía que pensarlo bien, pero estaba cansada ahora. Cerré los ojos y me centré en escuchar la música.

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